Pasamos la mayor parte de nuestro día dentro de algún edificio y justamente esa es la razón de peso por la cual la arquitectura debe estar en función de la cognición humana. Si no es amigable y sensorial, afectará la vida de quienes invierten su tiempo en ella trabajando o viviendo.
Cuando se nos presenta un proyecto tratamos de trabajar de la mano con todos los estímulos, pues un adecuado diseño arquitectónico ahora está mucho más orientado a adaptarse al estilo de vida de sus dueños.
En sitios de trabajo afecta directamente la productividad y la motivación, pasar más de ocho horas sentado en un escritorio puede ser agobiante, más aún si el sitio destinado al trabajo tiene falta de vida, espacios reducidos y poca interacción con la luz y el exterior.
Quizás muchos años atrás los clientes no tenían tan presente el impacto en sus vidas al adquirir un inmueble, esto ha cambiado y es la causa por la cual muchos de ellos se involucran muchísimo en el proceso de prediseño y diseño arquitectónico.
Una precursora de esto es la arquitectura contemporánea o minimalista, que centra su atención en las personas y no los elementos u ornamentos. Los conceptos amplios del estilo dejan a disposición más profundidad y orden mental entre lo cotidiano.
Cuando se diseña para espacios especializados como centros corporativos, consultorios o centros de reunión social, se relacionan las intensiones de estímulos coordinados adrede para crear experiencias únicas que identifiquen a la marca o bien sean estancias placenteras mientras se espera por atención.
Un buen diseño arquitectónico siempre pone en sus ecuaciones para quién y donde se diseña, el conocer a profundidad estas dos aristas será determinante para procesos y resultados totalmente exitosos.